lunes, 20 de septiembre de 2010

En busca de Dios

¿En qué se parecen una japonesa budista y un colombiano católico? En que a ninguno de los dos les interesa tener una discusión de religión con un turco musulmán.
Hace ya algunos semanas me encontraba con unos compañeros de clase en uno de los millares de pubs que hay en esta ciudad y al final de cuentas terminamos hablando del tema religioso con los últimos asistentes: un turco y su novia japonesa, una pareja que hace algún tiempo hubiera sido extraña encontrar, pero que ahora es el resultado de la ya famosa globalización. Al principio fue sólo compartir los principios de cada religión y lo relacionado con sus bases, pero luego de algunos diálogos, y algunas cervezas, el musulmán hizo el primero de una serie de fuertes interrogantes: '¿Pero cómo pueden ustedes tener tres dioses? Eso es contra la ley divina, además me puedo basar en el Qu'ran para asegurarles que ustedes están equivocados'. En ese momento intentaba recordar las clases de religión del colegio y me preguntaba a mi mismo: '¿En cuál encíclica de cuál papa está la respuesta para este muchacho?'. Todo se complicó cuando le pregunté, sólo para entrar en el calor de la discusión, el porqué no podía comer carne de cerdo, haciéndole una amable invitación a degustar de tan porcino placer. Antes de responderme ya tenía los ojos desorbitados y ansioso por mandarme el ejército otómano para que cambiara mi opinión. La solución para sus problemas de tensión fue ir a comprar otra cerveza, que es una de las prohibiciones musulmanes, mientras su novia se disculpaba conmigo diciéndome que él era algo irracional con el asunto.
Pero si quisiera hablar de gente que si cumple al pie de la letra las indicaciones divinas y cumple funciones representantivas de Dios en la tierra, justo la semana pasada estuvo en esta ciudad Su Santidad Benedicto XVI. Para quién no lo conozca, tendré el gusto de presentarlo: De nombre original Joseph Ratzinger, el nacido alemán es el sucesor del carismático Juan Pablo II y reconocido por ser un hombre de caracter recio y del ala rígida de la iglesia católica.
La llegada a Londres de Benedicto XVI generó protestas por doquier, desde la congregación de cerca de diez mil personas en Picadilly Circus, una plaza emblemática de la ciudad, hasta la publicación de comentarios de todos los calibres en las editoriales de los periódicos serios, y de los gratuitos también. Pero no todo fueron críticas, una muestra de la gran aceptación del Sumo Pontífice en Londres fue la reunión de cincuenta mil fieles en Hyde Park, con entradas que inicialmente fueron vendidas a diez libras (dieciseis dólares) pero que ante la insistencia en el alto costo, fueron rebajadas a la mitad de precio. Como el otoño está empezando y llovía por esos días, se conviertió el encuentro en una especie de Woodstock católico.
Pero quiero ser muy honesto, la gente ha venido criticando a Su Santidad y considero oportuno el momento para salir en su defensa: ¡No hay respeto con la gente que se sale del canon de belleza! ¿Acaso tiene él la culpa de tener un parecido muy cercano con la ilustración que del Maligno se ha hecho? ¿Acaso es el responsable de ser tan parecido su cara con personificaciones de malhechores realizadas por el séptimo arte? Pido respeto por el hombre que debe soportar sus ochenta y muchos años de vida y cientos de reclamos por, entre otras cosas: violaciones de niños, uso de preservativos, posición con respecto a las guerras y ordenación de sacerdotes mujeres.
En este punto puedo afirmar: ¡Que bueno no estar en los zapatos del viejito!

Original AFP

miércoles, 25 de agosto de 2010

Lo que es echarle corazón a los escritos

Lo tengo que aceptar: son más de tres meses sin actualizar este espacio y varias las personas que me han preguntado que pasó. Lo voy a contar muy superficialmente para ver si me animo a volver a escribir.
La última vez que publiqué, con el artículo 'Las relaciones, la distancia y las despedidas', lo hice pensando en alguien que había sido muy cercano y se regresó para su país. Aunque no me gusta arrepentirme de lo que hago, quizás debo aceptar que dedicar el escrito se pasó de los límites que intento imponerme. Es más, puedo afirmar que fue en eso, en definitiva, lo que me aisló un poco de seguir escribiendo.
Ahora sí, luego de esta breve nota, espero poder volver a escribir porque no es poco lo que tengo en la cabeza aunque tampoco tenga mucho tiempo para hacerlo.
Un gusto poderlos recibir de nuevo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Las relaciones, la distancia y las despedidas

Con el respeto de los franceses, me atrevo a decir que París pronto perderá su título de la ciudad del amor porque ésta, que es otra de las más tradicionales y viejas ciudades europeas, está a punto de quitarles el puesto.
En esta ciudad, justo cuando empieza la primavera, se empiezan a sentir las manifestaciones del amor: desde la señora que pasa con un coche doble para bebés mellizos, además de uno amarrado a una mano como si fuera un perrito y otro más en la espalda; hasta las mujeres acostadas en las parques que se quitan la blusa por los excesivos veinte grados centígrados de temperatura, pasando obviamente por los amantes que se cogen de la mano o aquellos que en un plaza cualquiera, al calor de algún trago, se bajan los pantalones para empezar a darse latigazos con sus correas delante de todos los presentes.
Para ilustrar mejor el significado de las relaciones, me gustaría contextualizarlas con un incidente que sucedió en el reinado de belleza colombiano hace un par de años. Entre las últimas señoritas para ser escogidas, le corresponde el turno a mi conciudadana, la señorita Antioquia. Le pregunta el presentador: 'Señorita Antioquia, ¿Usted cree que la mujer es el complemento del hombre?'. Ella responde, bastante segura pero también muy nerviosa por las cámaras y un auditorio lleno, algo posiblemente enredado: 'Buenas noches para todos. Yo creo que el hombre se complementa al hombre, mujer con mujer, hombre con hombre y también mujer a hombre del mismo modo en el sentido contrario. Y... estamos para darnos cariño, para darnos amor y... la mujer es el complemento del hombre... en un sentido muy bello porque... le da amor, también le da el cariño... el mundo está evolucionando y cada vez le damos más amor a los hombres, que en el caso colombiano, alguna vez fueron machistas'.
Parece que en medio de su confusión, la señorita Antioquia hubiera mencionado las manifestaciones de amor que esta ciudad trae a colación: aquí los hombres se besan apasionadamente en la calle, las mujeres aprovechan la oscuridad para repasarse sus curvas y las relaciones son bastantes intensas pero no dejan de ser, pocas veces, profundas y muchas otras pasajeras.
Ligar, como dirían los españoles, es un asunto bastante sencillo: sólo diríjase a su pub, bar o club de confianza y, al calor de algunas pintas de cerveza, empiece a acercarse a su presa. De ahí en adelante, dependiendo de la imaginación de cada quién, continúa la noche. Pero ahí empieza el asunto: sólo será esa noche. Dicen los expertos que si usted termina conociendo el cielo raso de la que un par de horas antes fue su presa al acecho, probablemente la misma persona le diga que quiere dormir y que por favor se vaya pronto de su casa. En ese caso, está claramente establecido que no se deben pedir números telefónicos, nombrar la palabra amor, mencionar otras personas y, en la medida de lo posible, ni siquiera hablar.
Al otro lado de la baraja, están las relaciones sentimentales reales, dónde existió un cortejo previo y se hace necesario e inevitable que se involucre el corazón. Aquí las personas se entregan por completo debido quizás, usualmente, a la carencia de compañía que involucra vivir en una ciudad tan enorme y fría como ésta.
Aquí un gran porcentaje de las personas son solitarias o tienen sólo pocos amigos. Esta es la ciudad dónde es noticia común encontrar los ancianos muertos en su apartamento, sólo una semana después, porque el lechero encontró que las botellas que estaba recogiendo diariamente, volvían sin ser destapadas.
Las opciones aquí son opuestas: si se es muy liberal se puede tener un estilo de vida bastante hedonista: relaciones pasajeras, buenos lugares para pasar los fines de semana, droga fácil de conseguir aunque de mala calidad y a un precio ridículo, y todo lo consecuente para que éste sea un sitio de placer sin medida. Si se viene de un ambiente no tan liberal, es fácil llevar una vida entretenida con mesura y encontrar personas realmente valiosas, obviamente luego de realizar una buena búsqueda; luego de eso, no resulta muy complicado dedicarse por completo a un buen grupo de amigos o, inclusive, a alguna persona en concreto.
Quizás por la inmediatez con la que se vive aquí, por la costumbre europea de no aferrarse mucho, aquí todo el mundo se va, los que son sus mejores amigos pronto se tendrán que ir y es bastante complicado tener que decir adiós. Posiblemente en una semana se pueden perder dos o tres personas, entre ellas, quizás, una muy importante. El asunto es que, a pesar de estar en un mundo más dinámico, dónde los viajes son más factibles y menos costosos, las distancias siguen siendo un obstáculo infranqueable: probablemente a un hijo de vecino se le haga difícil visitar a su excompañero portugués justo después de pasar un par de semanas con su mejor amigo en Alemania y cuando ha debido pasar primero a esquiar con una muy especial francesa en su país.
En cuánto a parejas que se conocen aquí y se tienen que alejar, sólo conozco un caso exitoso, como lo podría llamar algún gurú de la administración, de una relación 'a larga distancia'. Es bastante complicado pero puede llegar a funcionar si ambos se lo proponen. El problema es que no mucha gente está dispuesta a esperar a alguien que se encuentra lejos y, si finalmente quedaran juntos, en cual país compartirán su vida es una de las primeras preguntas a responder cuando no son coterráneos.
Si aquí todo el mundo se va, lo mejor es tener en cuenta desde el principio que es duro perder a alguien. Pero igual se tiene que seguir disfrutando de esta ciudad que, a partir de ahora, es la ciudad de las despedidas.

martes, 27 de abril de 2010

La Torre de Babel

Ciertamente no encontré un nombre más cliché para titular esta cuartilla pero es cierto: está ciudad es la Torre de Babel. O ¿qué otro nombre se le podría poner a una ciudad en la que se habla más de un centenar de lenguas?
Una va caminando por doquier y es común encontrarse con alguien café, amarillo, tostadito indio, blanco, canelita latinoamericano o de cualquier otro color, que esté hablando el idioma más extraño que uno pueda imaginar: desde el garabateado árabe hasta el inglés, que aquí sólo algunos tienen como lengua materna, pasando por los orientales chino, japonés, tailandés o coreano.
Obviamente en la mitad de la mezcla de lenguajes están las lenguas romances, de la cual tenemos el honor de compartir los que hablamos español, francés, italiano y portugués, junto a un gran número de pequeños idiomas y dialectos regionales. Pero es ahí donde empieza el problema: debido quizás a la cercanía o importancia de nuestro idioma, o quizás por la enorme masa de inmigración, es más común el español que muchas otras lenguas.
Inicialmente eso es bueno: uno va al banco y en vez de recibir atención por parte de John Smith, resulta uno atendido por una simpática María Campos. Va uno hablando por el teléfono celular en el bus y luego de haber colgado la llamada, el señor del lado le empieza a preguntar de qué parte de Colombia o Venezuela proviene: porque sí, esa es la agrupación que nos hacen por estas tierras. Pero lo que no es divertido es cuándo esa misma persona escucha la conversación inadecuada porque uno cree que no le están entendiendo o cuándo el interés del visitante hispanohablante es mejorar el inglés, no exactamente perfeccionar el español.
Pero no sólo hablan nuestro idioma los que lo tenemos de lengua materna: después del francés, es la lengua que tiene más adeptos para aprenderla. Aunque algunas veces resulta muy curioso y hasta gracioso escuchar a un europeo no español, o inclusive asiático, intentar decir algunas palabras en nuestro idioma; Y el ejemplo más curioso lo encontré en un pakistaní que atiende en un supermercado cercano que me preguntó: '¿Usted habla español?', asombrado por la pregunta le afirmé y le pregunté el motivo; me dijo entonces en inglés: 'Es que mi novia es colombiana y me ha enseñado algunas palabras'. Para seguir la conversación entre la leche y los tomates le pregunté cuales eran y, en un español confuso, me respondió: 'Si - No - Buenas tardes - Te quiero mucho - jueputa vida'. Posiblemente los visitantes del supermercado me recordarán por un tiempo como el tipo que se puso rojo de la carcajada que no pudo contener, ahí disculparán.
Para graficar el cuento del lenguaje me atrevería a poner un par de ejemplo: Hace unos días estaba hablando por teléfono, con una amiga que está en Colombia, cuando iba en el bus y me preguntó: '¿No te mirán muy raro las personas porque estás hablando en español?' Yo lo único que pude decirle fue: 'Pero eso depende: quizás el rumano me puede mirar más extrañado que el congolés o que el polaco que tengo al lado'. Debo aceptar que respondí con cargo de conciencia: yo también hice esa pregunta cuando aún no estaba por estos lados.
Unos días después en un bus, porque es cierto que uno gasta bastante horas del día moviéndose entre sitios, estaba con un amigo, se subió una muchacha bonita y se hizo dos asientos delante de nosotros en el vehículo que estaba casi vacío. Entre nosotros nos dijimos: 'Parece latina pero quién sabe... tocará confirmarlo'. Cómo para que no quedara duda, mi compañero, bogotano para más señas, empezó con un tono perfecto para que ella escuchara: 'Pero está linda, mírele esa carita, pura pinta de latina... hasta colombiana debe ser... Uyy pero es que mírele el pelo y mire como se sentó... quién fuera silla para soportar a esa princesa...'. A grosso modo: diez minutos después, luego de recibir diez minutos de piropos, tocó el timbre y antes de bajarse, con el acento más bogotano posible, dijo: 'Uish, colombianos tenían que ser'. Nunca pude entender que quiso decir: ¿Acaso ella ya no es colombiana? Cómo ha cambiado esta tierra a la rolita. Punto para Colombia.

martes, 6 de abril de 2010

El transporte

La triple relación entre número de habitantes, número de vehículos y trancones es directamente proporcional. Se necesitarán siempre buenas y amplias calles, pocos vehículos y una pequeña dosis de paciencia y cultura si alcanza. Esta ciudad no es excepción: cerca de ocho millones de personas con un número elevadísimo de carros y pocas motos, sumado a unas vías en buen estado, da como resultado algunas horas en un bus para ir de un lugar a otro. Recomendación: tomar tubo (nuestro hispanismo para el Tube) y confiar en que si se llegará a tiempo al destino. El inconveniente: es más costoso.
Aquí el transporte está bastante organizado y la oferta es abundante en variedad y precios. Inicia todo con los buses de un piso, doble piso y con acordeón en la mitad. Sigue el Tube (subterráneo) y sus amigos en rieles: el Overground (por encima del suelo), el Rail (tren hacia las ciudades próximas) y el Tram (tranvía). Las otras opciones son los Coaches (algo así como buses intermunicipales), los botes por el río y los taxis, que son muy costosos.
Existe una gran malla vial para los que van en bicicleta y la gente respeta siempre a los que vayan en dos ruedas, teniendo además en cuenta que las motos son menos comunes aquí que en Colombia, por ejemplo.
Creo que si en Colombia tuvieramos un sistema de transporte tan organizado y eficiente, arreglaríamos un montón de problemas en cuánto a eso se refiere, aunque el enorme paso inicial sería lograr que los buses fueran estatales y no privados, pero los intereses existen por doquier y dificilmente se lograría algo así.
Los buses tienen un carril exclusivo en casi toda la ciudad, por el cual, supuestamente, tardan menos tiempo en completar su recorrido. Existen paraderos para ellos, y es el único lugar donde se pueden quedar: uno no puede tocar el timbre y decir: '¿Es que me va a llevar hasta donde su madre?', porque si la madre del conductor vive en la próxima parada, probablemente si lo lleve hasta allá. Y, como este sitio es veinte veces mi ciudad, en cada paradero existe un mapa donde se muestra el recorrido de los buses que pasan por allí y la hora en la que probablemente pasará. Uno puede pagar los trayectos en el bus o en la máquina de los paraderos pero resulta muy costoso, la mejor opción es comprar una semana con la tarjeta Oyster, con la cual uno podrá montar todo el día, todos los días en los buses que quiera, perderse y volverse a montar.
El respeto por el peatón es evidente: existen algunos puntos de cruce que son solo unos bombillos que están titilando y, si se pone alguien al lado, los vehículos frenan y esperan, sin desesperar ni pitar, hasta que pase el que está caminando.
Aquí los conductores de buses son mujeres y hombres de todas las razas y características, deben estudiar bastante para llegar a serlo, así como los taxistas, pero tienen algo en común: al no haber registradoras, cuando se les pasa alguien sin mostrar el tiquete se vuelven unas fieras y van gritando: '¡Si no me muestra un tiquete válido o me paga el recorrido, voy a llamar a la policía!'. Y es muy cierto: todos los buses tienen radio, además del GPS, y con solo una llamada pueden mandar, como ya les había contado antes: cuatro patrullas de policía en carro, una unidad en moto, dos ambulancias y un carro de bomberos; en caso de estar el sujeto armado, aunque fuera con algún tipo de corta-naranjas, podrían hasta mandar un helicóptero y llamar a la mismísima BBC para que cubriesen el evento. Y aquí, la verdad, si que podría suceder.

lunes, 29 de marzo de 2010

La policía y la percepción de seguridad

Seamos honestos: en un lugar como éste la fuerza pública no tiene mucho trabajo por hacer. Quizás pelear con borrachos pugilistas, ayudar a las viejitas a cruzar la calle y revisar que los carros estén bien parqueados y con el tiquete visible a través del parabrisas. Lo digo porque existen centenares de policías patrullando en carros, bicicletas o caminando, y con el uniforme completo o de incógnito; y lo curioso es que son bastante exagerados para los casos urgentes. Por ejemplo: hace unos días, cerca de mi anterior casa, tuve la oportunidad de ver una requisa de dos carros ligeramente sospechosos... Hasta ahí normal. Probablemente en Colombia hubieran llegado dos motos y la requisa hubiera sido sencilla. Pero no, aquí necesitaron ocho carros y cuatro motos, todas llenas de personal, para hacer lo mismo. Además se tomaron dos horas de su tiempo para preveer cualquier situación inesperada, ellos no saben si a los tipos de los carros se les cae una botella al suelo y los deben obligar a recogerla e ir a un curso de ciudadanía. Aunque bueno, quiero ponerme de lado de ellos y voy a graficar la situación: Son dos tipos en una patrulla con frío y nada que hacer, escuchan un llamado de situación sospechosa a veinte kilómetros de donde están, se miran a los ojos, que ya están brillantes de la emoción, y arrancan inmediatamente porque saben que el camino es bastante largo; ponen las sirenas a todo potencial y se dirigen al lugar de los hechos. Como es el último carro de la policía en llegar, probablemente no van a tener mucho contacto con los involucrados pero bueno, lo importante es que por fin su trabajo tendrá algo de emoción esa noche.
En esta ciudad la percepción de seguridad es bastante alta, en gran medida debido al inmenso número de cámaras existentes: hay una por doquier, siempre sabe uno que le están apuntando y posiblemente haya alguien detrás de ese lente esperando el momento preciso para llamar diez patrullas y arresten al primero que haya dejado caer una basura al piso, aunque haya sido por error.
Como las estadísticas pueden reflejar mucho mejor la realidad frente a lo que un tipo pueda exponer en un blog como éste, les puedo contar que en el centro de Londres hay cerca de setenta cámaras por cada mil habitantes, pero teniendo en cuenta previamente que es uno de los sitios con mayor afluencia de visitantes (http://news.bbc.co.uk/1/hi/uk/8159141.stm). Algunas otras estadísticas van más allá y sugieren que Londres tiene cerca de doscientas mil cámaras, una cada catorce habitantes (http://tinyurl.com/yd4wkmb).
Como yo no podía ser ajeno a la realidad policial, un día cualquiera iba en mi bicicleta cumpliendo todas las normas (bueno, casi todas) y, debido a que la policía también tiene funciones de tránsito, me encontré con una agente bastante bonita pero no igual de amable. Por tratar de evitar una vuelta bastante larga me iba a ir por la acera, me encontré a la agente y me pregunta: '¿Sabe lo que está haciendo?', con toda el conocimiento de causa pero con la intención de desviar la conversación (quizás hasta la podía invitar a un café) le dije 'No, que pena, no se'. 'Usted está montado en una acera y además, así fuera por la calle, estaría en contravía'. '¿En serio? ¡Uy, que pena! ¿Puedo llevar la bicicleta en la mano?'.'No, no puede'. 'Pero venga, sólo es una cuadrita no más'. Fue ahí cuando cambió la cara y dijo: '¿Quiere una multa?'. Hay que ser sincero: No me iba a arriesgar a una multa si volvía a hacer otra pregunta estúpida. Fue en ese momento cuando me tocó dar la vuelta y, como la agente tenía mucho tiempo libre, me acompañó en la distancia para ver si cometía otra infracción o, si por lo menos, la intentaba hacer.

lunes, 22 de marzo de 2010

La acomodación

Es usual en esta ciudad que haya centenares de ofertas de vivienda, muchas de ellas disponibles en las escuelas, en internet, en las tiendas. El único problema es que muchas de ellas ya están vencidas: las personas llaman y les responden... 'Si claro, esta habitación está para alquilar pero ojalá me hubiera llamado hace tres semanas'.
Afortunadamente el mismo amigo que me consiguió trabajo, se tomó la molestia de separarme una habitación en la casa en la que vivía, en un exclusivo sector de los extramuros de Londres. La verdad es que la casa era buena pero el hombre ya tenía también como ganas de pasarse y pues yo lo que necesitaba era un lugar para dejar las maletas y reposar la cabeza. Nota mental: no eran los extramuros: el barrio era bonito, cerca de una universidad, pero más bien poco comercial y un poco alejado del centro.
En realidad nuestra casa quedaba en un punto medio entre el trabajo y la escuela, o mejor aún, era un vértice más de un triángulo amplio: sólo una hora en bus al trabajo en la mañana, otra más en la tarde hacia la escuela y como cuarenta y cinco minutos de regreso a la casa en la noche.
La tradición comercial es que el arriendo se pacta por semanas con un depósito inicial de dos de éstas: quizás por si el inquilino decide destrozar algo en la casa o, la más común, por si a éste se le antoja irse y no da una notificación de, por lo menos, dos semanas. Las opciones comunes de arriendo son la habitación sencilla y la compartida: obviamente la primera mucho más costosa que la segunda y pues en épocas de recesión la decisión fue tener la oportunidad de dormir en un ambiente un poco más habitado.
El primer día llegué y dormí muy bien, quizás debido al largo viaje. Al día siguiente conocí al que sería mi compañero de habitación: un turco que llevaba aquí sólo algunas semanas y, afortunadamente, bastante respetuoso en la convivencia; como dije antes, me preocupaba bastante su olor pero parece que no son los turcos, son los árabes los que disfrutan con los fuertes hedores afrodisiacos que pueden dejar en un espacio cerrado con solo habitarlo diez segundos.
Justo hoy he cambiado de habitación: estoy viviendo en un lugar más poblado, más lleno de tiendas, con un centro comercial cerca. Lo mejor fue el recibimiento: una pelea de borrachos justo en la esquina, pero también... ¿Quién manda al borracho pequeño a molestar al borracho grande?Recompensa: una decena de puños en las costillas cuando ya estaba en el suelo. El evento era seguro, sólo era cuestión de tomar una distancia prudencial y no había ningún problema.
Es importante mencionar que en cualquier barrio uno puede estar tranquilo porque siempre hay policías patrullando y pues la verdad no es que existan muchos atracadores al acecho. Se deben tomar las precauciones lógicas para una ciudad grande y es todo; igual, si uno está preparado en una ciudad como Medellín en el aspecto de seguridad, posiblemente esté bien adiestrado para los vándalos de este lugar. Que se vengan... que se vengan...
(P.d.: ¡Que yo corro más rápido!)

lunes, 15 de marzo de 2010

El trabajo

Gracias a un buen amigo de estos lados me pude ubicar fácil, pero antes de pasar por eso, quiero hablar del trabajo por aquí.
Al día siguiente de haber llegado me propusieron el trabajo, parecía fácil: montarse en una bicicleta, pedalear algo y vender cada cierta distancia, en una oficina, algunos sánduches, sopas, gaseosas, papas y chocolates. Hasta ahí normal y pues aquí uno se da cuenta que ese es el trabajo de los estudiantes: el que vuelva y diga que estuvo gerenciando una fábrica... mmm... podría estar diciendo algo de mentiras.
Los primeros dos días fueron de entrenamiento con un francés buena gente pero que casi me ahorca porque, en momentos de rapidez en cuentas, confundí un baguette con un panini: no hay mucha diferencia pero muerto de la risa me decía que había ofendido su orgullo nacional.
El primer día estuve solo con la bicicleta conociendo la ruta, pero el segundo... los que me conocen pueden dar fe de mi estado físico: casi muero arrastrando el trolley y pedaleando algo así como casi cuatro horas con algunas paradas. Al final terminé rendido y con dolor muscular. O que digo muscular: corporal... me dolía hasta el ombligo de tanto pedalear.
Algo que me gusta mucho de esta cultura es que respetan mucho los que van en dos ruedas: me he dado cuenta porque en Medellín, donde yo fuera con una bicicleta por una vía de un solo carril por sentido, tendría detrás a toda la gente pitando, en especial los señores buseros. Aquí pasa lo contrario: son ellos los que están más pendientes de uno y se van detrás muy lentamente, como cuidándolo.
El asunto de vender es bastante fácil: uno llega y pregunta como está, que como está el día, que está haciendo como chispita o está como heladito el día. Luego el visitado va a la canasta y escoge su sanduchito, el juguito y si se antoja de algún dulce pues ahí está. El cobro es fácil: que tanta platica, que a la orden. Que ojalá tenga un buen día y que nos volvemos a ver mañana. Hasta ahí es como sencillo, el asunto es que todo eso hay que hacerlo en inglés pero para eso estamos: para practicarlo.
La ruta en total son como 20 kilómetros aproximadamente y uno tiene cerca de cuatro horas para hacerla. El cuento es que aunque esta ciudad es plana, tiene algunas pendientes, y yo si que he aprendido de eso.
Hay que verle el lado bueno a las cosas: gracias a este trabajo estoy viviendo tranquilo y pues.... espero tener un mejor estado físico y unas buenas piernas al final de todo este rollo.

lunes, 8 de marzo de 2010

Desde el inicio

Es cierto: las cosas son mejores contadas desde el inicio...
He creado este blog porque he tenido muchas ganas de contar las experiencias que estoy viviendo, decirle a la gente lo que se me ocurre en el camino y pues, porqué no, antojar a los que lean este cuento a que tengan algo parecido a lo que estoy haciendo.
Estoy en Londres, luego de pasar mucho tiempo esperando que eso sucediera. Me gradué de la Universidad hace algunos meses y estar por aquí me parecía una experiencia que quería vivir: los que me conocen saben cuánta "lora" dí con todo este asunto.
Pude viajar luego de tener algunos inconvenientes con el visado para Inglaterra: solucionables afortunadamente y por tal razón ahora estoy por aquí.
El viaje: Medellín - Bogotá - Madrid - Londres. Algo así como un día completo montado en aviones que pueden tener muchas comodidades, pero no deja de parecer un viaje agotador. Tengo que confesar: encontré mejores sillas en los buses en los que viajaba cuándo estaba haciendo mi práctica en Urabá.
Luego de una requisa "de rutina" en el aeropuerto de Rionegro, me pusieron las maletas hasta Londres, me despedí de mi familia que no podían dejar de acompañarme el último día (no me gustan las despedidas por tristes, por eso no acepté que mis amigos subieran). Una parada larga en Bogotá para saludar un muy buen amigo y su esposa que me acompañaron y que fueron los últimos que ví en la tierrita y luego... se vino el viaje largo. Como no tenía visa Schengen no pude "entrar" a España: tuve que ubicarme en una entrada del aeropuerto de Barajas, desde la cual un bus me llevaría directamente hasta el avión.
Llegué al Heathrow en Londres y claro: "colombiano pase por un ladito para un examen médico de 'rutina'". Me acompañaron en la sala los indios, muchos medio-orientales, inclusive una señora tapada con una burka: supongo que tenía un poco de calor pero bueno, eso es lo bonito de la cultura; un peruano, que conocí en el "encierro" en Madrid, también hizo parte de la revisión. Una supuesta radiografía de los pulmones buscando tuberculosis pero yo supongo que la del colombiano la ponen un poco más abajo para ver si tiene bolitas de látex con polvitos extraños. Luego de que lograron ver mis pulmones sanos y mi intestino limpio, fuí por las maletas y lo esperable: sólo me llegó una de las dos gracias a Avianca y/o Iberia (afortunadamente me enviaron luego la faltante).
Ahora estoy aquí: vivo en un cuarto compartido con un tipo turco muy buena gente, huele bien (que era una de las cosas que más me preocupaba), pago barato el arriendo (en parte debido a que está un poco lejos la casa) y estoy trabajando ya, desde mi segundo día aquí.
Creo que esta fue la primera parte del cuento. Si puedo, quiero y no me da pereza, intentaré publicar semanalmente algunas cosas que se me ocurran, lo que vea o sencillamente algo que me gustaría que supieran los que están leyendo.
Si se les ocurre algo, no duden en utilizar este cuadrito blanco que hay abajo para escribirlo, yo me encargaré de seguir escribiendo historias (leáse como: esas cosas que se me vengan a la cabeza).
Muchas gracias por gastar su apreciado tiempo leyendo estas vainas.
Nos vemos luego,
Walter Pérez