lunes, 29 de marzo de 2010

La policía y la percepción de seguridad

Seamos honestos: en un lugar como éste la fuerza pública no tiene mucho trabajo por hacer. Quizás pelear con borrachos pugilistas, ayudar a las viejitas a cruzar la calle y revisar que los carros estén bien parqueados y con el tiquete visible a través del parabrisas. Lo digo porque existen centenares de policías patrullando en carros, bicicletas o caminando, y con el uniforme completo o de incógnito; y lo curioso es que son bastante exagerados para los casos urgentes. Por ejemplo: hace unos días, cerca de mi anterior casa, tuve la oportunidad de ver una requisa de dos carros ligeramente sospechosos... Hasta ahí normal. Probablemente en Colombia hubieran llegado dos motos y la requisa hubiera sido sencilla. Pero no, aquí necesitaron ocho carros y cuatro motos, todas llenas de personal, para hacer lo mismo. Además se tomaron dos horas de su tiempo para preveer cualquier situación inesperada, ellos no saben si a los tipos de los carros se les cae una botella al suelo y los deben obligar a recogerla e ir a un curso de ciudadanía. Aunque bueno, quiero ponerme de lado de ellos y voy a graficar la situación: Son dos tipos en una patrulla con frío y nada que hacer, escuchan un llamado de situación sospechosa a veinte kilómetros de donde están, se miran a los ojos, que ya están brillantes de la emoción, y arrancan inmediatamente porque saben que el camino es bastante largo; ponen las sirenas a todo potencial y se dirigen al lugar de los hechos. Como es el último carro de la policía en llegar, probablemente no van a tener mucho contacto con los involucrados pero bueno, lo importante es que por fin su trabajo tendrá algo de emoción esa noche.
En esta ciudad la percepción de seguridad es bastante alta, en gran medida debido al inmenso número de cámaras existentes: hay una por doquier, siempre sabe uno que le están apuntando y posiblemente haya alguien detrás de ese lente esperando el momento preciso para llamar diez patrullas y arresten al primero que haya dejado caer una basura al piso, aunque haya sido por error.
Como las estadísticas pueden reflejar mucho mejor la realidad frente a lo que un tipo pueda exponer en un blog como éste, les puedo contar que en el centro de Londres hay cerca de setenta cámaras por cada mil habitantes, pero teniendo en cuenta previamente que es uno de los sitios con mayor afluencia de visitantes (http://news.bbc.co.uk/1/hi/uk/8159141.stm). Algunas otras estadísticas van más allá y sugieren que Londres tiene cerca de doscientas mil cámaras, una cada catorce habitantes (http://tinyurl.com/yd4wkmb).
Como yo no podía ser ajeno a la realidad policial, un día cualquiera iba en mi bicicleta cumpliendo todas las normas (bueno, casi todas) y, debido a que la policía también tiene funciones de tránsito, me encontré con una agente bastante bonita pero no igual de amable. Por tratar de evitar una vuelta bastante larga me iba a ir por la acera, me encontré a la agente y me pregunta: '¿Sabe lo que está haciendo?', con toda el conocimiento de causa pero con la intención de desviar la conversación (quizás hasta la podía invitar a un café) le dije 'No, que pena, no se'. 'Usted está montado en una acera y además, así fuera por la calle, estaría en contravía'. '¿En serio? ¡Uy, que pena! ¿Puedo llevar la bicicleta en la mano?'.'No, no puede'. 'Pero venga, sólo es una cuadrita no más'. Fue ahí cuando cambió la cara y dijo: '¿Quiere una multa?'. Hay que ser sincero: No me iba a arriesgar a una multa si volvía a hacer otra pregunta estúpida. Fue en ese momento cuando me tocó dar la vuelta y, como la agente tenía mucho tiempo libre, me acompañó en la distancia para ver si cometía otra infracción o, si por lo menos, la intentaba hacer.

lunes, 22 de marzo de 2010

La acomodación

Es usual en esta ciudad que haya centenares de ofertas de vivienda, muchas de ellas disponibles en las escuelas, en internet, en las tiendas. El único problema es que muchas de ellas ya están vencidas: las personas llaman y les responden... 'Si claro, esta habitación está para alquilar pero ojalá me hubiera llamado hace tres semanas'.
Afortunadamente el mismo amigo que me consiguió trabajo, se tomó la molestia de separarme una habitación en la casa en la que vivía, en un exclusivo sector de los extramuros de Londres. La verdad es que la casa era buena pero el hombre ya tenía también como ganas de pasarse y pues yo lo que necesitaba era un lugar para dejar las maletas y reposar la cabeza. Nota mental: no eran los extramuros: el barrio era bonito, cerca de una universidad, pero más bien poco comercial y un poco alejado del centro.
En realidad nuestra casa quedaba en un punto medio entre el trabajo y la escuela, o mejor aún, era un vértice más de un triángulo amplio: sólo una hora en bus al trabajo en la mañana, otra más en la tarde hacia la escuela y como cuarenta y cinco minutos de regreso a la casa en la noche.
La tradición comercial es que el arriendo se pacta por semanas con un depósito inicial de dos de éstas: quizás por si el inquilino decide destrozar algo en la casa o, la más común, por si a éste se le antoja irse y no da una notificación de, por lo menos, dos semanas. Las opciones comunes de arriendo son la habitación sencilla y la compartida: obviamente la primera mucho más costosa que la segunda y pues en épocas de recesión la decisión fue tener la oportunidad de dormir en un ambiente un poco más habitado.
El primer día llegué y dormí muy bien, quizás debido al largo viaje. Al día siguiente conocí al que sería mi compañero de habitación: un turco que llevaba aquí sólo algunas semanas y, afortunadamente, bastante respetuoso en la convivencia; como dije antes, me preocupaba bastante su olor pero parece que no son los turcos, son los árabes los que disfrutan con los fuertes hedores afrodisiacos que pueden dejar en un espacio cerrado con solo habitarlo diez segundos.
Justo hoy he cambiado de habitación: estoy viviendo en un lugar más poblado, más lleno de tiendas, con un centro comercial cerca. Lo mejor fue el recibimiento: una pelea de borrachos justo en la esquina, pero también... ¿Quién manda al borracho pequeño a molestar al borracho grande?Recompensa: una decena de puños en las costillas cuando ya estaba en el suelo. El evento era seguro, sólo era cuestión de tomar una distancia prudencial y no había ningún problema.
Es importante mencionar que en cualquier barrio uno puede estar tranquilo porque siempre hay policías patrullando y pues la verdad no es que existan muchos atracadores al acecho. Se deben tomar las precauciones lógicas para una ciudad grande y es todo; igual, si uno está preparado en una ciudad como Medellín en el aspecto de seguridad, posiblemente esté bien adiestrado para los vándalos de este lugar. Que se vengan... que se vengan...
(P.d.: ¡Que yo corro más rápido!)

lunes, 15 de marzo de 2010

El trabajo

Gracias a un buen amigo de estos lados me pude ubicar fácil, pero antes de pasar por eso, quiero hablar del trabajo por aquí.
Al día siguiente de haber llegado me propusieron el trabajo, parecía fácil: montarse en una bicicleta, pedalear algo y vender cada cierta distancia, en una oficina, algunos sánduches, sopas, gaseosas, papas y chocolates. Hasta ahí normal y pues aquí uno se da cuenta que ese es el trabajo de los estudiantes: el que vuelva y diga que estuvo gerenciando una fábrica... mmm... podría estar diciendo algo de mentiras.
Los primeros dos días fueron de entrenamiento con un francés buena gente pero que casi me ahorca porque, en momentos de rapidez en cuentas, confundí un baguette con un panini: no hay mucha diferencia pero muerto de la risa me decía que había ofendido su orgullo nacional.
El primer día estuve solo con la bicicleta conociendo la ruta, pero el segundo... los que me conocen pueden dar fe de mi estado físico: casi muero arrastrando el trolley y pedaleando algo así como casi cuatro horas con algunas paradas. Al final terminé rendido y con dolor muscular. O que digo muscular: corporal... me dolía hasta el ombligo de tanto pedalear.
Algo que me gusta mucho de esta cultura es que respetan mucho los que van en dos ruedas: me he dado cuenta porque en Medellín, donde yo fuera con una bicicleta por una vía de un solo carril por sentido, tendría detrás a toda la gente pitando, en especial los señores buseros. Aquí pasa lo contrario: son ellos los que están más pendientes de uno y se van detrás muy lentamente, como cuidándolo.
El asunto de vender es bastante fácil: uno llega y pregunta como está, que como está el día, que está haciendo como chispita o está como heladito el día. Luego el visitado va a la canasta y escoge su sanduchito, el juguito y si se antoja de algún dulce pues ahí está. El cobro es fácil: que tanta platica, que a la orden. Que ojalá tenga un buen día y que nos volvemos a ver mañana. Hasta ahí es como sencillo, el asunto es que todo eso hay que hacerlo en inglés pero para eso estamos: para practicarlo.
La ruta en total son como 20 kilómetros aproximadamente y uno tiene cerca de cuatro horas para hacerla. El cuento es que aunque esta ciudad es plana, tiene algunas pendientes, y yo si que he aprendido de eso.
Hay que verle el lado bueno a las cosas: gracias a este trabajo estoy viviendo tranquilo y pues.... espero tener un mejor estado físico y unas buenas piernas al final de todo este rollo.

lunes, 8 de marzo de 2010

Desde el inicio

Es cierto: las cosas son mejores contadas desde el inicio...
He creado este blog porque he tenido muchas ganas de contar las experiencias que estoy viviendo, decirle a la gente lo que se me ocurre en el camino y pues, porqué no, antojar a los que lean este cuento a que tengan algo parecido a lo que estoy haciendo.
Estoy en Londres, luego de pasar mucho tiempo esperando que eso sucediera. Me gradué de la Universidad hace algunos meses y estar por aquí me parecía una experiencia que quería vivir: los que me conocen saben cuánta "lora" dí con todo este asunto.
Pude viajar luego de tener algunos inconvenientes con el visado para Inglaterra: solucionables afortunadamente y por tal razón ahora estoy por aquí.
El viaje: Medellín - Bogotá - Madrid - Londres. Algo así como un día completo montado en aviones que pueden tener muchas comodidades, pero no deja de parecer un viaje agotador. Tengo que confesar: encontré mejores sillas en los buses en los que viajaba cuándo estaba haciendo mi práctica en Urabá.
Luego de una requisa "de rutina" en el aeropuerto de Rionegro, me pusieron las maletas hasta Londres, me despedí de mi familia que no podían dejar de acompañarme el último día (no me gustan las despedidas por tristes, por eso no acepté que mis amigos subieran). Una parada larga en Bogotá para saludar un muy buen amigo y su esposa que me acompañaron y que fueron los últimos que ví en la tierrita y luego... se vino el viaje largo. Como no tenía visa Schengen no pude "entrar" a España: tuve que ubicarme en una entrada del aeropuerto de Barajas, desde la cual un bus me llevaría directamente hasta el avión.
Llegué al Heathrow en Londres y claro: "colombiano pase por un ladito para un examen médico de 'rutina'". Me acompañaron en la sala los indios, muchos medio-orientales, inclusive una señora tapada con una burka: supongo que tenía un poco de calor pero bueno, eso es lo bonito de la cultura; un peruano, que conocí en el "encierro" en Madrid, también hizo parte de la revisión. Una supuesta radiografía de los pulmones buscando tuberculosis pero yo supongo que la del colombiano la ponen un poco más abajo para ver si tiene bolitas de látex con polvitos extraños. Luego de que lograron ver mis pulmones sanos y mi intestino limpio, fuí por las maletas y lo esperable: sólo me llegó una de las dos gracias a Avianca y/o Iberia (afortunadamente me enviaron luego la faltante).
Ahora estoy aquí: vivo en un cuarto compartido con un tipo turco muy buena gente, huele bien (que era una de las cosas que más me preocupaba), pago barato el arriendo (en parte debido a que está un poco lejos la casa) y estoy trabajando ya, desde mi segundo día aquí.
Creo que esta fue la primera parte del cuento. Si puedo, quiero y no me da pereza, intentaré publicar semanalmente algunas cosas que se me ocurran, lo que vea o sencillamente algo que me gustaría que supieran los que están leyendo.
Si se les ocurre algo, no duden en utilizar este cuadrito blanco que hay abajo para escribirlo, yo me encargaré de seguir escribiendo historias (leáse como: esas cosas que se me vengan a la cabeza).
Muchas gracias por gastar su apreciado tiempo leyendo estas vainas.
Nos vemos luego,
Walter Pérez